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Leví fue compañero de crimen y hermano de Simeón; fue el tercer hijo de Jacob y de Lía, según la genealogía bíblica  (Gén. 29, 34). En el Génesis, Jacob amonesta a Simeón y a Leví; pero, en el Deuteronomio, Moisés ofrece su bendición solamente a la tribu de Leví (Dt 33,8-11). La razón de este cambio de énfasis es que los miembros de la tribu de Leví se convirtieron en hombres santos y predicadores para redimir los pecados de sus ancestros Simeón y Leví. El mismo Moisés era un levita, y su bendición se refiere a la piedad y santidad de esta tribu: “Ellos han observado su palabra, y mantenido su pacto. Ellos enseñarán a Jacob sus juicios, y a Israel su ley”. La naturaleza santa de los levitas da significado a su símbolo: las tablas de la ley, la estrella de David y los cuatro animales heráldicos de la sinagoga, el águila, el toro alado, el caballo, el burro. Estos símbolos reflejan la función de la tribu de Leví como transmisores de la Ley Santa.

Leví era una tribu en el momento en que Israel se constituyó en la tierra de Canaán pero que perdió su territorio y terminó subsistiendo por el ejercicio de funciones religiosas. Se le considera una tribu nómada, es por ello que en los campamentos los dirigentes acampan junto con las carpas de las demás tribus. El carácter de Leví se caracteriza por ser explosivo, parecido al de Simeón; no obstante, sobresale su actitud de servicio y el deseo por corregir sus errores y enmendar el pasado. Su valor principal es la autoridad y en este Éxodo su color es el del uniforme de los dirigentes.

 

Leví se identifica con los Aztecas y sus grandes innovaciones en la ciencia y la tecnología. Del mismo modo esta cultura se le conoce por sus rituales religiosos.

¡A Cristo servir, por siempre Leví!

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